En la Argentina, la competitividad de las empresas muchas veces no surge de mejoras en la productividad ni de reformas estructurales, sino de un recurso conocido: la depreciación del peso. Esa ventaja cambiaria, sin embargo, se muestra frágil frente a un nuevo desafío que golpea de lleno a las PyMEs: la irrupción de plataformas globales como Shein y Temu, que ofrecen precios imposibles de igualar y están cambiando los hábitos de consumo de miles de argentinos.
“El escenario cambiario genera, en el corto plazo, cierta ventaja relativa para la industria local frente a las importaciones. Sin embargo, se trata de una competitividad frágil, que no resuelve los problemas de fondo de las PyMEs argentinas, asfixiadas por una presión impositiva que encarece sus costos”, explica Damián Di Pace, director de la consultora Focus Market.
Consumo récord en plataformas internacionales
Los datos son contundentes: en el primer semestre de 2025, los argentinos gastaron más de US$1.500 millones en ropa y accesorios importados, alcanzando un récord histórico en compras al exterior. Mientras tanto, las marcas nacionales enfrentan una creciente dificultad para competir en precio.
Una blusa femenina, con descuentos y envío incluido, puede costar $43.590 en Shein o menos de $27.000 en Temu, frente a los $140.000 de un modelo comparable de una marca local. Incluso considerando los costos logísticos, las plataformas extranjeras terminan siendo hasta 70% más baratas.
Su atractivo no se limita al precio base. Shein aplica rebajas de hasta 40% en el total del carrito y envíos gratuitos desde US$20; Temu refuerza la competencia obligando a los vendedores a igualar siempre el precio más bajo y ofreciendo envíos gratis a partir de $33.000.
La mochila impositiva de las PyMEs
Detrás de la diferencia, hay un factor decisivo: la presión fiscal. Una textil argentina debe afrontar un esquema que incluye IVA (21%), Ingresos Brutos (5%), Ganancias (27%-35%), Impuesto al Débito y Crédito (0,60%), además de tasas municipales y percepciones bancarias. Este entramado erosiona la rentabilidad y drena liquidez, generando un desbalance estructural frente a competidores globales que no enfrentan cargas equivalentes.
Regulación y contrapesos
El crecimiento de las compras al exterior motivó a la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) a reforzar los controles: límites de tres unidades idénticas por paquete, tope de 50 kilos y US$3.000 por operación. Los primeros 12 envíos anuales mantienen una franquicia de US$50 libres de impuestos; el resto paga 50% de tributo más tasas de almacenaje.
El objetivo oficial es frenar la llamada “importación hormiga”, evitar que compras personales se conviertan en importaciones encubiertas y sostener el nivel de recaudación.
Un tablero internacional en movimiento
La competencia se intensifica además por cambios globales. En agosto, el gobierno de Donald Trump eliminó en Estados Unidos la exención arancelaria para envíos menores a US$800 (cláusula de minimis), imponiendo aranceles a todas las compras de bajo valor. Ese excedente de producción asiática que ya no ingresa fácilmente al mercado estadounidense busca nuevos destinos, entre ellos América Latina.
El dilema argentino
El resultado es un escenario cuesta arriba para la industria nacional: mientras plataformas como Shein y Temu operan con modelos globales y costos fiscales reducidos, las PyMEs locales cargan con impuestos que les quitan aire antes de comenzar a competir.
“La pregunta de fondo es si la Argentina está dispuesta a sostener a sus PyMEs, que generan más del 50% del empleo privado, con reglas que les permitan competir en un mercado global cada vez más desafiante. De lo contrario, el riesgo es claro: mientras los consumidores se vuelcan en masa hacia plataformas internacionales en busca de precios bajos, la producción nacional pierde terreno, se achica y resigna empleo”, concluye Di Pace.