La desconocida ruta comercial que unió Hispanoamérica con Asia por más de 2 siglos y convirtió a Ciudad de México en “la primera ciudad global”

  • Matías Zibell
  • BBC News Mundo

La nave Victoria llegando a Sevilla

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La llegada de la nave Victoria a Sevilla en 1522 fue un hito en la historia de la navegación, pero también un indicio de que había que encontrar otras rutas hacia Asia.

En septiembre de 2022 se cumplen 500 años del regreso a España de lo que quedó de la flota de Fernando de Magallanes, quien había salido en 1519 en busca de un paso a través del continente americano hacia Asia.

El objetivo del marino portugués, que encabezaba una flota española, eran las Islas de las Especias -o islas Molucas, en Indonesia- con las que ya había soñado Cristóbal Colón décadas atrás. Pero el viaje, que se convertiría en la primera circunnavegación del mundo, se cobraría un alto precio. Sólo 18 de los 250 tripulantes iniciales sobrevivieron. Sólo uno de los 5 barcos originales volvió a puerto.

Y también a un alto precio se vendería la única carga que trajo Juan Sebastián Elcano en la nao Victoria: especias, especialmente clavo. Sólo el cargamento de un barco pagó por toda la expedición.

Lo redituable de la empresa y su dificultad hicieron fundamental encontrar una ruta más corta a Asia y, sobre todo, una forma de regresar que no involucrara dar la vuelta al mundo. Y en esta ecuación la variable clave sería México.

En su libro “La plata y el Pacífico: China, Hispanoamérica y el nacimiento de la globalización, 1565-1815”, Juan José Morales y Peter Gordon cuentan cómo se encontró ese camino de regreso o tornaviaje, y cómo esta unión de los dos continentes convirtió a México, en palabras de los autores, en la “primera ciudad global”.

BBC Mundo entrevistó al investigador español Juan José Morales, quien vive hace más de tres décadas en Hong Kong, sobre la historia de la “ruta de la plata” que se mantuvo por más de dos siglos entre Acapulco y Manila.

La llegada de Cristóbal Colón a ese continente que luego conoceremos como América es un hecho histórico tan relevante que a veces olvidamos que la Corona española quería, en realidad, llegar a Asia, y que nunca renunció a ese objetivo original.

De hecho, para los españoles fue una mezcla de decepción e incredulidad que tal territorio se interpusiera y, a medida que pasaban los años y que se descubrían los perímetros de ese territorio, era una decepción detrás de otra.

También la resistencia contra ese nombre nuevo: América. Los españoles fueron muy reacios a utilizar ese término y prácticamente no existe durante varios siglos esa palabra, son las Indias.

De tal manera que cuando por fin se llega a las Indias, tras esa misión imposible que era cruzar el Pacífico, se va a llamar a todo ese territorio asiático Indias del Poniente.

Fernando de Magallanes llega a Filipinas en 1521 y muere ahí. Juan Sebastián Elcano continúa y consigue la primera circunnavegación del mundo. Y aunque fue una aventura penosa por las pérdidas humanas, es exitosa en lo económico porque lo que comerciaron con el clavo pudo pagar toda la expedición y más.

Después zarparán otras expediciones a estos territorios desde España y también desde México, tras la conquista de Hernán Cortés.

Porque los viajes desde España, a través de este estrecho muy difícil que se llamará de Magallanes, eran inviables. Lo que sí es viable es desde México.

Cuando hablamos de Asia y Europa solemos pensar en la Ruta de la Seda, pero no es eso lo que buscaba España en Asia.

El motivo principal de los europeos para ir a Asia son las especias, no las sedas de la China.

Lo que pasa es que la relación de Europa con Asia está, digamos, bajo el eco de Marco Polo y su el libro, que se llama “de las maravillas” porque está lleno de exageraciones y fantasías.

Pero hay algo más práctico a finales del siglo XV que son las especias. El clavo y la nuez moscada de las Molucas, la pimienta de la India y la canela de Ceylán (hoy Sri Lanka).

Las especias son las que tienen un valor internacional que justifica invertir en esas expediciones. Pero sólo cruzar el Pacífico en una sola dirección era una empresa penosa.

Estamos hablando de navegación a vela, en barcos de madera que dependen de las corrientes y los vientos, y de tripulaciones que quedaban diezmadas por las enfermedades, el escorbuto, la malnutrición, las tormentas.

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Manila, en Filipinas, y Acapulco, en México, quedarán unidos por más de tres siglos.

Uno de los supervivientes de esas expediciones fue Andrés de Urdaneta, quien fue cogido prisionero por los portugueses y trasladado a la Península Ibérica. Él terminaría como fraile agustino en el seminario de la Ciudad de México.

Allí le escribe el rey Felipe II en 1560 para pedirle que como navegante y cosmógrafo, a sus más de 60 años, se una a la expedición de 1564 de Miguel López de Legazpi, con destino a las Filipinas, pero con la misión de descubrir una ruta de regreso a México.

Y Urdaneta descubre esta ruta yendo hasta el paralelo 40, cerca de Japón, y tras coger corrientes favorables llegaría por fin a Acapulco.

Creo que, en la historia de la navegación, en la historia de los descubrimientos, hablamos de Colón, hablamos de Magallanes, y el gran olvidado es ese guipuzcoano.

Porque parece que los descubrimientos implican ir a algún sitio, pero no volver. Y su descubrimiento fue saber volver. El tornaviaje.

Es a Urdaneta a quien le debemos el estar conectados en un mundo global, porque él es quien cerró el eslabón que faltaba para unir dos continentes tan importantes como América y Asia.

Y no sólo descubrió la ruta, sino que él y sus pilotos la van a trazar tan bien que esa ruta va a ser utilizada -tanto de ida como de vuelta entre México y Filipinas- por 250 años, hasta 1815, con la Guerra de Independencia Mexicana.

Un barco al año de Acapulco a Manila, que podía llegar en unos 45 días, y un barco al año de Manila a Acapulco, que podía tardar hasta seis meses. Y que recibió el nombre de Galeón de Manila o Nao de China.

¿Si la seda china no era el objetivo principal de estas expediciones, cómo termina el gigante asiático involucrado en esta ruta?

Son los chinos los que al ver que llegan otras gentes empiezan a navegar desde el sur de China para estimular el comercio con los españoles.

Y los españoles son los primeros sorprendidos al ver a esta gente que tiene de todo: sedas a buen precio, muebles preciosos, y cosas que no se ven en Europa como la porcelana (en el Viejo Continente y en el mundo islámico lo que teníamos eran terracotas cubiertas con un esmalte metálico, pero eran porosas).

Es decir, que el encuentro con este conocimiento chino es accidental, no fue el primer propósito. Claro que el haberse asentado en Filipinas para los españoles es un poco como establecer una oficina de representación, de promoción y de inteligencia.

Y luego los chinos se asientan también y son infinitamente más que los españoles, lo que produce el desplazamiento de la población local y un resentimiento que solo se solucionó con el mestizaje a lo largo de los años.

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La primera versión del libro de Juan José Morales salió en 2017 en inglés y este año se publicó en español.

Y también se produce un intercambio comercial, pero China era el país más rico de la Tierra, el más populoso, el más urbanizado, donde el comercio había tenido siempre una gran preponderancia.

Por ejemplo, veamos lo que pasó con la seda. En nuestro libro citamos fuentes originales del siglo XVI y XVII donde autoridades españolas en el Nuevo Mundo dicen que “aquí solo quieren vestir con ropas de los chinos”, porque son de muy buena calidad y muy baratas.

Y eso arruina a las alcaicerías, que es el nombre de los sitios donde se vende seda en España, sobre todo en Andalucía.

Incluso Cortés había implantado sederías en México. Pero ni las españolas ni las mexicanas pueden competir con la seda que viene de China -tanto la cruda, o en rama, o bordada- por muchas protestas que hubiera, porque estos son efectos del comercio.

Pero los españoles sí tienen algo que ofrecer a esa China del siglo XVI. Y frente a la Ruta de la Seda, ustedes en su libro hablan de la Ruta de la Plata.

Esta es una de las grandes sorpresas o coincidencias de la historia. China había transformado paulatinamente su economía al pasarla al patrón plata.

Antes de que existiera la plata como moneda de cambio, lo que existía era el trueque, pero eso deja de ser posible con una economía cada vez más sofisticada, con una población cada vez más numerosa y una sociedad urbanizada.

Los chinos habían inventado también el papel moneda, pero eso había creado inflación y una distancia entre la economía real y lo que estaba en el papel, por eso fracasó en la dinastía Son y en la era de los mongoles; lo que es nuestra Edad Media.

Pero en la dinastía Ming, entre el siglo XIV y el siglo XVII, la economía se basa gradualmente en la plata.

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La porcelana china era una tecnología que no se encontraba en Europa.

China tenía reservas limitadas. Había reservas de plata en Japón, pero China y Japón nunca se han llevado muy bien. Entonces los portugueses, desde Macao, se habían introducido como intermediarios para ese comercio, allá por 1550, 1560.

Y en 1565 los españoles aparecen con una cantidad de plata como para inundar el mundo.

Potosí, que hoy pertenece a Bolivia pero en ese momento era parte del Virreinato del Perú, era una montaña con una cantidad impresionante de plata. Y también estaban Zacatecas y otros lugares en el Virreinato de Nueva España, el México actual.

Pero no solo es la cantidad de plata. Los españoles inventan además un método de extracción con el mercurio, y aquí hay otra coincidencia. Después de descubrir Potosí, descubren Huancavelica en Perú con los mayores depósitos de mercurio.

De tal manera que lograban conseguir la plata de una manera rápida, económica y eficiente, y lamentablemente con una muy triste explotación de seres humanos.

¿Y qué ocurre con México en este intercambio de productos y de culturas?

Nosotros decimos que la Ciudad de México es la primera ciudad global.

Los galeones con mercancías llegan a Acapulco, pero Acapulco no era una ciudad estable, sólo era un puerto provisional que se monta cuando viene el galeón.

Cuando se divisa el galeón por California se activa un sistema de alarmas, se calcula cuándo va a llegar a Acapulco, se prepara un mercado provisional que en unos días comprará y distribuirá los bienes.

Las mercancías van de Acapulco a Ciudad de México y ahí se venden en el Zócalo, en lo que se llama el parián. El parián es el primer barrio chino en América, y es también el nombre del barrio chino en Manila.

Hay cuadros de la Plaza del Zócalo -por ejemplo, uno de Cristóbal de Villalpando, uno de los grandes pintores mexicanos- donde se ven unos mercados con los tejados rojos, eso es el mercado chino, el mercado asiático.

Hay una pequeña parte que va desde Acapulco a Veracruz, a través de un camino penoso, y en Veracruz se carga para los barcos que van a La Habana y desde ahí la Flota de Indias lo lleva primero a Sevilla y, cuando el Guadalquivir ya no admitió barcos de gran calado, a Cádiz.

Pero es México el que recibe la primera influencia y desde México se irradia al resto de América, al Perú, al Cuzco, a Potosí, a Colombia.

Entonces los mexicanos son los que tienen, digamos, ese gran poder de transacción, son los verdaderos catalizadores, son los que reciben esa influencia y esa influencia se manifiesta no solo en el comercio. México se va a convertir en el centro intelectual de la información sobre China.

La ciudad ya tenía una imprenta, una universidad, una catedral, seminarios y un gran comercio de libros. Y es en México donde se consolida la información para el primer libro sobre China que va a superar por fin a Marco Polo.

Se trata de “Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reyno de la China”, escrito en México por Juan González de Mendoza, quien obtiene toda la información de los que han estado en Filipinas y en China.

Fue publicado en 1585 en Roma, traducido a todos los idiomas europeos y tuvo más de 40 ediciones. Fue el best seller de la época.

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La Ciudad de México recibía una vez al año todas las mercancías llegadas desde Asia y desde ahí viajarían al resto de la América hispana.

También será un centro diplomático. La primera embajada japonesa a Europa va a través de México a España para ver al rey Felipe II y luego al Papa. Y vuelven a través de México.

¿Y de qué forma modificará esto a la sociedad hispanoamericana?

Alexander von Humboldt, en su “Ensayo político sobre el reino de la Nueva España”, escribió que, al visitar Acapulco en 1803, esta “seguía siendo la feria comercial más célebre del mundo”.

La arribada al puerto de Acapulco de un enorme galeón al año durante casi 250 años pone de relieve un flujo de mercancía asiática de tal magnitud por su calidad, cantidad y variedad que necesariamente influiría en la cultura material de la América hispana, no sólo México.

Siempre fue evidente, simplemente se nos ha olvidado su origen. Sólo ahora sale tímidamente a la luz, por ejemplo, la influencia asiática en la gastronomía americana.

Para mí, la manifestación más extraordinaria de esta influencia asiática y muestra de sofisticación del mundo hispánico se da en las artes, al dar a la luz un arte híbrido o mestizo principalmente en las llamadas artes decorativas, creado en la América hispana, pero con extraordinaria impronta asiática, además de las consabidas influencias española y flamenca.

Los ejemplos son numerosos: la pintura sobre biombo, mampara de origen chino pero cuyo uso tuvo más importancia en Japón, y que inspiró a los artistas americanos, convirtiéndose en el soporte natural y más generalizado de la pintura novohispana. Influencias que llegaron incluso al generoso uso del pan de oro a imitación de las pinturas sobre biombo del período Momoyama en Japón.

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Pintura sobre biombo del período Momoyama en Japón inspirado en un poema chino.

Los muebles con inspiración asiática, en especial muebles lacados con una resina americana similar a la laca china o japonesa llamada pasto, y con diseños y estilo evidentemente inspirados por los productos asiáticos. Son muy conocidos estos muebles producidos en Colombia.

El generoso uso del nácar en obras pictóricas conocido como concheado.

Los tapices o textiles en general con motivos chinos, como el fénix, el jilin (animal mítico chino mezcla de perro y león), producidos en el virreinato del Perú entre otros lugares.

O la famosa cerámica producida en Puebla de Los Ángeles conocida como Talavera poblana, cuya primera inspiración es la cerámica hispano-morisca de Talavera en Toledo, pero que en México adoptará motivos orientalizantes: el blanco y azul, los diseños orientales – paisajes, niños chinos con parasoles – y las formas eminentemente chinas como las calabazas dobles y las vasijas de hombros anchos.

¿Cuánta gente de Asia terminó viviendo en el territorio del actual México y a qué se dedicaban?

Valorar exactamente la población de origen asiático que se asentó en Nueva España durante el período del Galeón no es fácil, entre otras razones, porque esta población tendió a fundirse con la población local, tendencia inducida por la compleja terminología que se acuñó en los primeros siglos del virreinato.

Se denominaban “chinos” a todos los procedentes de Asia, sin distinción, e “indios-chinos” a los procedentes de Filipinas. Como en general los “chinos” habían llegado como esclavos, principalmente procedentes de las colonias portuguesas de Macao y Goa, aunque pronto fueran manumitidos, la intención de todos ellos era liberarse del estigma o suspicacias y pasar desapercibidos como “indios”, esto es vasallos de la corona que pagan impuestos.

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Los filipinos se destacaron desde el inicio como excelentes marineros, aunque muchos al llegar al Nuevo Mundo se dedicaron a la agricultura.

Sobre sus ocupaciones, las fuentes son dispersas. Las más conocidas son las actas de la Audiencia de México que aluden a los pleitos de los barberos españoles contra la competencia de los barberos “chinos” reclamando que se limitara su número y se les excluyera de determinados barrios de la ciudad, pleito que sale a luz en los años 1635 y 1667 y que alude a un número considerable de barberos “chinos”.

Aunque algunos académicos dan por supuesto que se trata de chinos de China, lo más probable es que sean asiáticos de distinta procedencia.

El fraile dominico inglés Thomas Gage habla de orfebres chinos cuando estuvo en Nueva España entre los años 1625-1637. Por el contexto de sus testimonios, aquí sí parece que se tratara de chinos de China, aunque por supuesto hubieran llegado desde Filipinas.

En cuanto a los filipinos, sabemos que ellos conformaban principalmente las tripulaciones de los galeones y que muchos preferían quedarse en México tras desembarcar en Acapulco.

En general, los oficios que ejercieron los emigrantes asiáticos en la América española fueron los de artesano, pequeño comerciante y agricultor. En América, no intervinieron en el comercio relacionado con el galeón, de alta gama y mayor valor, competencia exclusiva de los comerciantes mexicanos.

La representante más célebre de esta población en el siglo XVII fue Catarina de San Juan, conocida como China Poblana, mujer loada por su piedad y virtudes que en realidad no era china sino originaria de la India portuguesa y que vino como esclava. La leyenda ha querido que su supuesto vestido con los colores rojo, verde y blanco de la bandera mexicana se convirtiera en el traje tradicional y se llame así, china poblana.

Hace unos días, el diario El País se hizo eco de un reciente estudio de la Universidad de Stanford que confirma la huella genética asiática en la población mexicana y en especial “que los habitantes de Acapulco son los que tienen mayor presencia de ancestros asiáticos y transpacíficos en su ADN”, algo que, visto lo anterior, no debería sorprendernos.

Hoy, esta historia que ustedes han recogido de esta ruta de la plata no es tan conocida fuera de los ambientes académicos. ¿Por qué conocemos más de otros procesos globalizadores?

Adam Smith, el autor de “La riqueza de las naciones”, escribió que “la plata del nuevo continente parece ser así una de las principales mercancías que permiten el comercio entre los dos extremos del viejo (Asia y Europa) y hacen en gran medida que esas regiones distantes del mundo quieren estar conectadas entre sí”.

No dijo la palabra globalización, que es un invento moderno, pero lo ha expresado brillantemente porque fue así.

Son los españoles al llegar a Asia quienes se descubren que lo que había dicho Marco Polo era erróneo, o que distinguir entre Catay y China era erróneo.

Es Martín de Herrada en 1575 quien dice “pero bueno, lo de Catay y China es la misma cosa”, y es el primero que lo descubre y que luego ya se vierte en el libro de Juan González de Mendoza, pero eso se olvida.

¿Por qué se olvida? Primero por culpa de los pueblos españoles, pero también por el éxito en la manera de hacerlo de los británicos.

Yo creo que el éxito del Imperio Británico ha sido establecer una narrativa que sus propios colonizados o conquistados han comprado, como se diría en términos ingleses, sin rechistar.

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