Por Eduardo Bocco. Finalmente, Cristina Fernández de Kirchner anunció que será candidata a legisladora por la tercera circunscripción electoral de la provincia de Buenos Aires, el bastión de los K, donde seguramente se impondrá en los comicios de setiembre en ese distrito.
Lo curioso es que la dos veces presidente trata de salvar la ropa ahora en un bolsón electoral dominado por las urgencias y las necesidades de sus habitantes. En la populosa La Matanza, Cristina es prácticamente un semidios y allí podrá sentirse como cuando se movía oronda e invencible por los patios de la Casa Rosada dando hasta dos mensajes en una tarde.
En Argentina, como en muchos lugares del mundo, los liderazgos no son eternos y Cristina ahora lo sufre en carne propia. Cualquier dirigente se le para de manos y no se achica ante su verborragia. Ya no decide ni intimida, por eso, uno de sus productos, el gobernador bonaerense Axel Kicillof, se le anima y le dará pelea en estos comicios, que también tienen el valor de una interna para el kirchnerismo.
Además, al frente de las boletas del PJ estarán Milei y Macri, si es que resuelven su pelea interna digna a esta altura de una lectura vinculada a la salud mental antes que a la política.
En realidad y volviendo a la señora Fernández, parece que su candidatura tiene más que ver con que ver con su estrategia judicial, antes que con el desafío político. Ahora está esperando que la Corte Suprema de Justicia de la Nación no resuelva su tema pendiente antes de los comicios de setiembre para ver si puede presentarse. Todo debe ser dicho y sus acólitos braman y la consideran una víctima. Claro que sus detractores no son santos ni nada que se les parezca, pero esto no es una confrontación contra los malos y la buena.
Cristina podrá revalidar títulos en la tercera circunscripción electoral bonaerense y sentirá el calorcito de quienes la idolatran. Habrá que ver que pasa en la provincia más numerosa del país, donde siempre se libran –como dicen los lugares comunes– “la madre de las batallas”.
Por capricho, Kicillof también desdobló las elecciones: en setiembre las legislativas provinciales y en octubre las nacionales. Allí se conocerá el veredicto final acerca de una persona que movió multitudes y que ahora parece disparar hacia adelante.
Tampoco conserva bolsonnes de adhesiones en el resto del país, por caso Córdoba. Aquí sus seguidores aceptan sin nada que decir todo lo que se les manda. Actúan como empleados y algunos de sus militantes sobreviven con conchabos que consiguen en el Estado. Hoy rajuñarán votos el 26 de octubre para salvar un diputado nacional. Sus representantes parlamentarios, Pablo Carro –se le vence el mandato– y Gabriela Estévez no son precisamente dirigentes con base territorial. Su labor se limita a defender estructuras burocráticas. Sólo eso. Hoy la expresidenta que inventó de la noche a la mañana la candidatura presidencial de Alberto Fernández, por lo cual sus bases la consideraron la gran estratega, tratan de olvidar aquel oscuro episodio que terminó sentando en el sillón de Rivadavia a un inepto. Como se ve, la heredera de Néstor Kirchner tuvo más sombras que luces, aunque todo es más fácil de analizar con el diario del otro día.