Cañón del Atuel, una maravilla natural que se formó cuando emergió la cordillera de los Andes

(Texto y fotos, Patricia Veltri).-En el sur de la provincia de Mendoza, se ubica San Rafael. Allí se instalaron algunas de las mejores bodegas de la provincia, y también se mantienen las más antiguas. Se caracteriza por los paisajes de montaña recortados por hileras de álamos y cursos de agua donde se practican deportes de aventura. Pero el atractivo más destacado de San Rafael es el Cañón del Atuel, una maravilla geológica que se formó cuando surgió la cordillera de los Andes.

Forma parte de un circuito que ofrece una experiencia básicamente visual. Por eso hay que ir bien dispuestos a observar y abiertos a la imaginación. No sólo es lo que se ve, sino lo que puede disparar la mente.

Para hacer este circuito -que es de ida y vuelta-, iniciando desde la ciudad, la primera parada y necesaria será en el Club de Pescadores. Es la única área de servicios hasta el fin del circuito. Allí un muelle se mete varios metros sobre el lago de la represa hidroeléctrica El Nihuil. Al fondo, se levanta impactante la silueta de 3.800 metros del cerro Nevado. En el shop del club se venden las tortas fritas más afamadas de la zona y que serán parte de un almuerzo o picnic a mitad del circuito.

El Cañón del Atuel se extiende por 56 kilómetros y a 260 metros de profundidad, desde El Nihuil hasta Valle Grande, por donde corre el río Atuel que se abrió paso entre los paredones cuando emergió la Cordillera de los Andes, hace unos 30 millones de años.

Es recomendable contratar una excursión de día completo para abarcar los 190 km de circuito de ida y vuelta para que la experiencia sea enriquecida con la información que permite interpretar lo que se observa o por donde se transita. 

La ruta nacional 144 que forma parte del trayecto, atraviesa la parte más alta de la Sierra Pintada hacia la Depresión de los Huarpes y luego desvía hacia la ruta 180 para empalmar con la 173 donde inicia un camino de ripio y los paisajes más sorprendentes. 

Parte de la aventura es descubrir a qué se parecen las geoformas. Dicen que hay más de 70 figuras identificadas: una tortuga, osos abrazados, el perfil de Homero Simpson, monjes en procesión, el sillón de Rivadavia, entre otros.

Hay sitios para hacer paradas contemplativas desde miradores al borde del abismo que pone al visitante de cara a la majestuosidad de la naturaleza en contraposición con la pequeñez humana.

Hasta este lugar llegaba el océano Pacífico hace unos 40 millones de años. Según la composición de minerales la roca va cambiando de color. La vegetación está dada por arbustos achaparrados que resisten el viento, como la jarilla y aguaribay.

La apoteosis de formas y colores se presenta en lo que llaman “Museo de Cera”. Allí hay un mirador de parada imperdible. Se da en el momento ideal para un picnic.

El final del circuito es realmente un broche de oro: después de una curva, sorprende de frente el color turquesa del lago de Valle Grande donde emerge una piedra a la que se llama el Submarino y es la foto icónica de San Rafael.